Cuando las relaciones dejan de ser estrictamente profesionales
La multinacional Aviva se ha visto en un lío que puede afectar a sus planes de negocio en un futuro cercano. La causa del problema no es una mala planificación o gestión empresarial de sus ejecutivos, sino, más ni menos, que un lío de faldas que ha sido aireado por el matutino The Times.
Según el rotativo británico el Consejero Delegado de Aviva, Andrew Moss, que está casado y es padre de cuatro hijos, mantuvo una relación sentimental con Deirdre Galvin, empleada en el departamento de RR. HH. de Aviva. No se ha reportado ningún tipo de acoso del directivo a la empleada por lo cual todo se debió a la casualidad.
La mujer también estaba desposada y coincidía con Galvin en el número de retoños. Por si esto no fuera poco se ha sabido que el legítimo marido de Deirdre Galvin también es empleado de la aseguradora. En la actualidad tanto Moss como Galvin continúan con su romance, han dejado a sus respectivos conyugues y Deirdre Galvin ha dejado la compañía Aviva, sin que haya mediado despido.
Aunque no se estila en Europa, en los Estados Unidos son habituales denominados contratos de amor que no hacen otra cosa que regular las relaciones entre los empleados y permiten el despido en caso de que el contrato no se cumpla. En Europa muy pocas empresas tienen determinadas normas en cuanto a la relación que pueden tener los empleados de las mismas.
Los romances en el trabajo no suelen ser en principio, ni buenos ni malos. De lo que si se deben de cuidar las empresas es que esto no afecte a la productividad de la empresa o provoque algún tipo de enrarecimiento en el clima laboral. En muchas ocasiones lo que suele suceder es que aumenta la productividad de los empleados que mantienen la relación. Son las cosas que tiene el amor.
Fuente: Expansión